Cuando el viento comenzó a arrastrar gritos y las calles estuvieron forjadas en carne, el mundo empezó su cuenta atrás. Los humanos colapsaron como sociedad, toda su grandeza, todas sus hazañas y su orgullo como ser superior cayó en un pozo negro poco a poco, año tras año, de haber fragmentado la que antes era su tierra. Cambios climáticos y extrañas enfermedades fue el primer gran golpe, degenerando una gran parte de la población mundial. Escases de materias primas, guerras y el egoísmo humano al no prestar ayuda fue el siguiente. Ya nada quedaba del antiguo planeta antes conocido, las aguas contaminadas no extinguían la sed, la comida no apaciguaba el hambre, el amor no tocaba los corazones vivientes. La desesperación por seguir con vida, por sobrevivir, era pan de cada día. La locura, por último, extinguió a todo ser humano conocido en matanzas iracundas e inexplicables. O eso fue para ellos. Nuestra nueva y mejorada raza humana se fue construyendo, afinando, desde antes que la época llamada ahora “el caos” cayera como una bomba en la tierra. Especulaciones es todo lo que poseemos sobre nuestra evolución, historias que ahora son narradas a nuestros hijos antes de caer al mundo de los sueños para que estos sepan que aun cuando la tierra estaba teñida de un rojo escarlata hace un tiempo atrás, la naturaleza siempre albergo sus esperanzas en la vida y lucho codo a codo con lo imposible, lo mágico, para así seguir existiendo junto con un nuevo pensamiento, una nueva forma de vida mejorada. Nosotros. Sabemos, pues nuestra raza vivió los últimos horribles años de vida de la antigua humanidad, que no somos del todo parecidos, ni lo que nos rodea se ve a como hace cuarenta años atrás. Sus almas vivían confinadas a sus cuerpos cuando la nuestra vaga libre en formas de animales que ya casi no existen. Poco queda de las antiguas ciudades, la electricidad, una antigua droga, es inexistente. La naturaleza se lleva lo que antes era de “ellos”, para dar paso a lo que es y será siempre “nuestro”. Los antiguos humanos, a lo que llamamos sin almas, fueron catalogados de extintos, para alivio nuestro, al no ver si quiera uno en más de veinte años. Al solo pensar en aquellas destructivas y sanguinarias formas de vida nuestra piel se tensa y nuestras almas gruñen. Somos mejores, más civilizados. Nuestros Señores no son como los antiguos gobernantes, buscan la paz para su pueblo, nos educan, nos reconfortan y nos cuidan. Los pocos que somos, en comparación a los sin almas, sabemos mantener una vida sin conflictos. La Tierra no podría haber encontrado mejores habitantes. Sin embargo, desde los lugares más recónditos es están escuchando susurros, molestos zumbidos que amenazan nuestra pacifica existencia. Rumores de que se han avistado personas que no poseen un compañero animal a su lado, personas que actúan con violencia al verse acorralados, que sudan frio al vernos y su mirada enloquece al divisar nuestras almas. Los extintos. La población sabe que es imposible, pues se destruyeron los unos a los otros hace décadas. Aun así cayó una preocupación sobre nuestros hombros que antes no existía. ¿Sera posible que aquellas infames criaturas sigan existiendo? Y si es así ¿lucharan contra nosotros, cuando poseen una afición por luchar entre ellos? ¿Sería nuevamente amenazada la Tierra si se confirma que esta peste llamada humanidad sigue con vida? Se dice que la mala hierba nunca muere. Pues tendremos que volver a extinguirla.
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